jueves, 27 de noviembre de 2008

Viaje a Rusia - Capitulo 5 (Escrito por Nahuel y bajo mi nula aprobación)


Yo soy el fotógrafo misántropo, lánguido, tardo y tozudo, que ha venido colgando las fotos durante estos días. Hasta ahora he permanecido en silencio. Podría haber esperado a la próxima azotaina escrita de la pérfida pluma esta, como normalmente hago, pero he decidido irrumpir en el campo de las letras para protestar, y con toda la razón.

Sara es una buena amiga, una gran persona, que comparte y se preocupa de los demás; incluso es una buena amante, no lo pongo en duda. Pero como compañera de viaje, en el sentido menos metafórico de la palabra, es un suplicio o una rozadura en el zapato, (que además sufre con frecuencia). Para ella, cualquier distancia es larga, cualquier espera una eternidad y cualquier contratiempo, una desgraciada. Será su condición natural de persona hiperbólica, pero no la disculpo. Aún menos este último día en San Petersburgo, que resultó memorable pero doloroso, como una herradura.

Para empezar, heredamos la resaca de la noche anterior. Entre el gran grupo, algunos de los pocos que habíamos oído hablar de Dostoievski, fuimos a visitar su museo, que resultó estar cerrado por fiesta nacional. Paradójicamente, y esto abala la grandeza del pueblo ruso, los rusos celebran su última gran fiesta nacional, la que conmemora el origen de la Federación Rusa, el mismo que día que se independizaron muchos de los países que invadieron antes y después de la II Guerra Mundial. En realidad, sería como celebrar el día de la hispanidad en el aniversario de la perdida de Cuba y Puerto Rico.

Probamos entonces otro museo, el Hermitage (un Louvre ruso, o mejor). Era una larga caminata. Demasiado larga a juicio de Sara. Llegamos sedientos, allí donde el agua y los abrigos están prohibidos. No las cámaras, y fue una suerte, porque los cuadros se mueven menos incluso que los rusos. Tres horas caminando en soledad, pues me he vuelto de esos que gustan valorar el arte sin distracciones, y al final nos fuimos. Afuera estaban Sara y los otros, apáticos, como salidos de una sesión de ‘Pilates’.

Fuimos a recobrar fuerzas, a por nuestra primera comida del día, un poco antes de las 6, cuando ya era de noche. Era una pizzería un tanto desagradable, y sobre todo muy apretada. Aquí sucedió el que probablemente haya sido el hecho más desgraciado del viaje. A Sara le robaron la cartera. Allí llevaba el DNI; 300 rublos (unos 10 euros); dos tarjetas de crédito correspondientes a dos cuentas distintas, ambas con bastante dinero; el carnet de conducir; la licencia de armas y la tarjeta sanitaria europea. No es para reírse, pero aun así, reproduzco alguna de las frases de consuelo más populares de aquel noviembre del 2008: “lo importante es que tengas salud” “podría haber sido peor, te podrían haber robado el pasaporte” “si cada ruso te diera una peseta…” “seguramente cojan el dinero y tiren las tarjetas” “no queda nada para tu cumpleaños” “si te las usan, estás en tu derecho de negarte a pagarlo” “a mi tía Eulogia Aurelia…” “tu tranquila tía, que si necesitas dinero te lo dejo”.

Tras la desgracia, San Petersburgo, aquella gran ciudad, se torció en un lugar malcarado e incierto. Se nos había acabado. Desde entonces, como cualquier día de viaje, noctambulamos hasta que llego nuestra hora. En la estación, un fresco del abuelo Lenin guiando al pueblo nos despedía, a los 11 de Moscú.


Calle aneja al hogar de DostoiesvkiCola de entrada al Hermitage
Niña saltando (foto de maria)
Mundo en el bolso del hurto (foto de maria)
Pingui (foto de maria)
Pasillo en el hermitage
Venecia, pero hace mucho tiempo
Cezanne


Hermitage
Hermitage
La galería del retrato
Espera en un café a la hora de la huida
Mundo contento
La flecha roja. Un tren de lujo ruso en el que por supuesto no fuimos
Flecha roja
Moskova Station
11 erasmus cansados

Nahuel

viernes, 21 de noviembre de 2008

Viaje a Rusia - Capitulo 4


Cementerio

Dovstoievsky 1Dovstoievsky 2
Mancha
Sara
Un chico enciende una vela en la Catedral de Kazan
Catedral
Un padre de familia posa para una foto
Laura
Colorful Church
Mosaicos
Lámpara
Miniatura de la iglesia colorada
Puente sobre un canal
Una frutería
Puerta
Calle
Una pequeña capilla
Me enfado
Punky
Estela y Anne
Concierto a capela
Chicas
Un amigo y su mujer
Las portus y Francois
Francois y Patricia
Nahuel y su mejor amigo (de Rusia)
Foto
Camión
Copa (tropa)
Rusia
Cartel
La señora

Pizza hutEl señor

Fotos: Nahuel

El día cuatro nos independizamos de toda organización. Las mentoras, acompañadas sólo de algunos eslovenos y polacos, cogieron un tren al (otro) palacio de verano para ver la habitación de ámbar. Aunque todo apuntaba a que sería impresionante, la ciudad todavía tenía mucho que contar ,así que nosotros decidimos echar a andar hasta toparnos con el enorme cementerio ortodoxo de San Petersburgo. Bajo nuestros pies, Tvakovsky, Dovstoievsky, fílosofos, poetas y sobre ellos turistas realizando su deseo fetiche de visitar al ídolo muerto. En los cementerios antiguos, convertidos en reclamo de masas, la gente no está triste, sonrie satisfecha por cumplir el deseo de haber visitado a los héroes caídos. Las calles y el metro están llenos de soldados. Algún ruso con que hemos hablado explica que es porque se celebra el día de la patria pero empezamos a pensar que es algo común también en días cualquiera.Dos policías que no pasan de los treinta se nos quedan mirando en las escaleras mecánicasdel metro. Marguerita, la italiana se sienta y todos la imitamos mientras el fotógrafo, ayer en el sumun de su antropofobia crónica, hace fotos a cualquier azulejo blanco; siempre es el último pero hay que dejarle, cuando el acaba podemos irnos. Llegando a la catedral, en frente de la corolful church, un par de actores vestidos de zar y zarina ofrecen hacerse una foto con los turistas por 1000 rublos. Es un tanto contradictorio que esta ciudad, Leningrado, veneren igual a los ídolos comunistas que a los zares, y que al recién llegado capitalismo. Comemnso en un restaurante ruso, tradicional pero escaso. María y yo probamos unas boales de pasta con queso, los demás sopa o carne, siempre con paptatas, al acabar se caldea el ambiente: algunso de nsootros quieren ir al museo de arte ruso, una colección pictórica de realismo soviético, en al que unos cuantos no podemos pasar por llegar demasiado tarde pero que probablemnte hubiese resultado más aburrida que interesante. En su lugar, andando despacio, cortando el aire que hiela, decidimos entrar a la colorful church. A veces es mejor no ser experto en arte ruso imperioalista para disfrutar más de las cosas, miramos extasiados al color, con un placer más pueril que entendido, Nahuel sigue haciendo fotos, probablemente a un detalle del mosacio que sólo él ha visto. La iglesia, una copia de la de la plaza roja de Moscú, se utilizó durante la época soviética para guardar patatas, luego se recosntruyó y acabó resultando una sala de colores chirriantes producto del artificio, aún así cualquier sitio caliente es mejor que deambuilar por la calle. Al salir es imposibel resistirse al mercadillo. Todos compramos matrioscas o cualquier utensio inútil con la oz y el martillo.Aunque esta noche parece estar hecha para descansar, algunos de nosotros volvemos al hostal para volver a salir; un concierto a capela de un grupo Moscovita nos lleva a una pequeña sala en el centro. “Los rusos son buena gente, sino mira todos los amigos que hicimos ayer en el bar” y como al fotógrafo se el meta en la cabeza...

Sara