domingo, 7 de septiembre de 2008

Vilna






Después de que una manada de girasoles nos llevase a la capital, volvimos por fin a ver Europa. Tumbada delante de la catedral de Vilna me dió por mirar a la derecha. Julia, una francesita muy ensñorada seguía el rumbo de un avión que surcaba el cielo báltico, rumbo a Río de Janeiro. A mi izquierda, como salidos de un cómic de los setenta, Margherita y John, una italiana de rastas interminables y el último espíritu de Turquía, un alma perdida que no practica el ramadam. En e aexplanada, veintiocho grados a la sombra, había también un niño adoptado ruso, un matrimonio chino y jóvenes modernos haciendo malabarismos.
Durante el día, bailes, canciones y col con queso y ajo. Durante la noche, siesta en un patio con música electrónica y pizza. Más tarde un autobús soviético, después de que el taxista nos avisase del peligro supremo de la estación, nos trajo de vuelta a casa. Desde las 10, en un escenario gigante, Ojos de brujo.

* En las despedidas de soltero lituanas se ofrece sandía y vodka a los viandantes. Nosotros, por supuesto, los primeros en prestarnos a probarlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la residencia con sus rezos nocturnos y sus tardes de estudio exhaustivas también muy bien. la próxima vez, me arrastrais por mucho que me oponga